En 2006, en el Olympiastadion de Berlín, Zinedine Zidane abrió la final con una panenka ante Italia; sin embargo, fue expulsado en la prórroga por el cabezazo a Marco Materazzi. Francia cayó por penales y el 10 se despidió con el Balón de Oro del torneo. Además, la secuencia cristalizó un legado complejo: genio técnico, temple en escenarios máximos y un cierre que encendió debates sobre liderazgo y carácter. Finalmente, la postal quedó emblema del Mundial.