Francia 1998, Saint‑Denis. El recién inaugurado Stade de France albergó la final: 3–0 sobre Brasil con dos cabezazos de Zinedine Zidane y cierre de Emmanuel Petit. Ronaldo llegó entre dudas médicas; sin embargo, el plan francés de Aimé Jacquet impuso presión y pelota quieta. Además, el estadio se volvió emblema nacional y ancló un polo deportivo en la periferia parisina; por otro lado, consolidó a Francia como anfitriona de grandes citas. Finalmente, quedó símbolo de modernidad mundialista.