En Italia 1990, Camerún sorprendió desde el debut y llegó hasta cuartos, primera vez para África. En Nápoles, ante Inglaterra, cayó 3–2 en prórroga; en Roma había desbordado a rivales con presión y verticalidad. Roger Milla, con goles decisivos y danzas en el banderín del córner, se volvió emblema mundialista; sin embargo, el impacto excedió el resultado. Finalmente, su campaña abrió puertas, elevó respeto competitivo y redefinió el mapa de oportunidades para las selecciones africanas.












