En 1966, en Wembley, Londres, Inglaterra venció 4–2 a la RFA tras prórroga: Geoff Hurst anotó tres y el tercero, rebotado en el travesaño, fue validado por el juez de línea Tofik Bakhramov. Sin embargo, más que el gol polémico, aquella final se volvió símbolo de modernidad televisiva y de un fútbol que se globalizaba. Además, selló la única corona inglesa; por otro lado, elevó a Wembley como icono planetario. Mientras tanto, el debate anticipó tecnologías de validación. Finalmente, cambió la narrativa del Mundial.












