En 2014, en Belo Horizonte, Miroslav Klose marcó ante Brasil y llegó a 16 tantos, convirtiéndose en el máximo goleador histórico de los Mundiales. Aquel 7–1 en el Mineirão abrió la ruta de una Alemania que, finalmente, coronó en el Maracaná de Río. El récord desplazó a Ronaldo y selló una carrera de regularidad y oportunismo; además, evidenció la potencia colectiva del equipo de Löw, que atacó con precisión y presionó alto para dominar cada tramo decisivo. También superó marcas de regularidad en cuatro ediciones.