En Suecia 1958, Brasil venció 5–2 a los anfitriones y Pelé, con 17 años, marcó dos goles en la final del Råsunda. Aquel 29 de junio consagró el primer título brasileño; además, instaló a un adolescente como figura mundial. Garrincha desequilibró por las bandas; sin embargo, la definición del joven 10 simbolizó un cambio de era. El triunfo consolidó el jogo ofensivo y proyectó a Brasil como potencia duradera del Mundial. Por su parte, la victoria consolidó la dupla con Didi y fijó identidad que Brasil puliría en 1962.












