Londres, 1966. Meses antes del Mundial, la Copa Jules Rimet fue robada de una exhibición en Westminster y el país quedó en shock; sin embargo, una semana después, Pickles, un perro mestizo que paseaba con su dueño, la encontró envuelta bajo un seto en el sur de la ciudad. El hallazgo evitó un bochorno histórico nacional y forzó a la FA y a FIFA a reforzar custodia y traslados. Finalmente, la anécdota convirtió a Pickles en héroe popular y dejó lecciones sobre seguridad del trofeo.












