Pocos hechos marcaron tanto a los Mundiales como el Maracanazo de 1950: en Río de Janeiro, ante más de 170 mil personas, Uruguay venció 2–1 a Brasil con el gol decisivo de Alcides Ghiggia. El estadio quedó en un silencio sepulcral; sin embargo, aquella herida catalizó una reinvención del fútbol brasileño. Además, el uniforme blanco quedó atrás y, tras un concurso, surgió en 1954 la camiseta amarilla. En adelante, Brasil redefinió su estilo y, finalmente, transformó la derrota en motor de una cultura ganadora.











